miércoles, 23 de marzo de 2011

¿Qué es lo que jode a México?

¿Serán el narcotráfico y la violencia organizada, como nos quiere hacer creer el Felipillo remedo-de-presidente ese? En parte, pero más que un efecto es una causa. ¿Pobreza endémica? Otra vez, se trata de un efecto. ¿Falta de educación y oportunidades? En cierta forma, también son efectos; ¿Nuestra artera clase política? Evidentemente, pero también lo veo como un efecto y no una causa primigenia. De hecho, casi todos los factores sobresalientes a los que tendemos a apuntar el dedo cuando sale a flote esta pregunta pueden ser considerados como efectos. Claro que en la escalinata de la causalidad dichos efectos también se transforman en causas que retroalimentan positivamente al sistema y entonces tenemos lo que se llama un círculo vicioso.

Pero bueno, bueno, entonces qué ¿realmente hay una causa primigenia o estamos ante el eterno retorno de la mierda; una espiral infinita de jodidencia que no se crea ni se destruye solo se transforma? La causa primera debe ser necesariamente no una sino múltiples; no creo que haya un big bang de miseria mexicana. Pero por donde quiera que lo vea, si nos limitamos a cuestiones geopolíticas, todo cae en el mismo cantarito que se llama centralismo.

Contemplad! El abismo y el miasma! El tumor que ha consumido estas tierras desde tiempos prehispánicos; tan evidente y, a pesar de ello, tan tácito, tan disimulado hoy día. Se habla muy poco del centralismo mexicano y cuando se hace es siempre de pasada; como una hipérbole o un reprochillo a los evidentes privilegios que el Distrito Federal tiene frente a las demás entidades. Pero esto no es ninguna exageración o forma de hablar, es una realidad obscena, cínica. Vivimos en un país centralista que se trasviste de federación y la verdad es que ¡vaya drag-queen! ¡Si hasta sus tanates se le asoman impúdicos debajo de su minifalda constitucional! Hasta hace poco, este esperpento ni siquiera se preocupaba por fingir o afeminar la voz. Recuerdo que hace no tanto tiempo era típico escuchar en la TV: “Marque al XXX-XXXX o desde provincia al...”. Ahora este término ha sido reemplazado por “interior de la República”, que en apariencia es políticamente correcto, pero semánticamente incorrecto; un verdadero sinsentido. ¿Acaso el D.F. está en el exterior de esta república? ¿Qué pretenden decir? No me queda claro. No obstante, la expresión es útil pese a su incoherencia; cumple con el mismo propósito que la distinción centro / provincia pero sin detonar susceptibilidades, pues traza un borde, delimita una frontera y establece un flujo de poder. En el fondo, esto es una cuestión de hegemonía que mengua en potencia frente al a proliferación de discursos y producciones desde la periferia.

Durante los dos siglos de vida de este país, el Defectuoso ha sido su capital financiera, política y cultural. Por un tiempo también fue un importante lugar para el desarrollo industrial, pero eso hace rato que dejó de ser una realidad (se han movido al Edo. De México: sus terrenos feudales). Nuestros núcleos industriales y agropecuarios se sitúan en la periferia y son esos dos sectores los que realmente hacen crecer a un país, suben el PIB y dan alimento a la población. Lo demás es chaqueteo improductivo (léase: política) y regionalismo que se hace pasar por cultura general (el chilango intelectual snobista (no es que falten snobs en otros lados)). Y con respecto a las finanzas, un mal necesario en nuestra realidad capitalista, no tendrían por qué estar centralizadas cuando hay capacidad para transmitir terabytes en segundos a cualquier parte del planeta.

Nuestros problemas vienen en gran parte de ignorar esta realidad, de negarla abiertamente, de pensar que todo se reduce al centro y todo es en función de éste. Esto es una herencia del pensamiento político mexicano que, como ya he dicho, es más viejo que la nación misma. En la primaria me enseñaron que la historia de México se desarrolló como una lucha dialéctica entre centralistas conservadores y federales liberales. El libro de historia (era verde y tenía un imagen de Hidalgo pintada por Orozco. Esto da una pista de mi edad), claramente a favor del último grupo, concluía que al final los próceres liberales habían triunfado y su legado era esta gran nación democrática, republicana y federal (nótese que el PRI todavía regía cuando yo estaba en primaria). Lo de democrática se cuestionó ampliamente en su tiempo e incluso en las elecciones pasadas, pero creo que nadie hace enfatiza el problema del centralismo como es debido. La realidad es que el centralismo está firmemente ligada a la idiosincrasia de esta tierra. Llega Cortés y ¿qué encuentra? El gran cacicazgo de México-Tenochtitlan sobre los demás pueblos, ¿Qué impone? Un cacicazgo de otra nación también altamente centralizada. Esos años virreinales sirvieron para sentar una mentalidad dependiente; esa tan peculiar no-toma-de-decisiones a nivel local. Luego sigue un ir y venir de liberales y conservadores aderezado por unas cuatro intervenciones extranjeras (si mal no recuerdo). Luego el centralismo de Don Porfirio, que aunque hay quien argumenta que ha sido el mejor periodo en la historia de México, yo estoy convencido que fue él, precisamente, quien nos puso de pechito para el zafarrancho que patriótica y estúpidamente llamamos la Revolución Mexicana. Luego están los más de setenta años de centralización rampante del PRI y finalmente el cagoteo de los panaderos. En resumen jamás ha habido en México una verdadera cultura federal.

Habrá quien argumente que sí el centralismo ha sido la realidad de este país desde siempre, quizá es el único y el mejor escenario posible. Yo disiento. He aquí el porque: Cualquiera con conocimientos básicos de geografía sabe que estamos atrapados entre dos sierras monstruosas que dificultan la comunicación y hacen el control soberano del territorio complicado. El centralismo funciona bien en países pequeños como las islas caribeñas y evidentemente, ciudades-estado como Singapur. Sin embargo, no puedes esperar que un control centralizado genuinamente funcione en un país con casi dos millones de kilómetros cuadrados de territorio y 112 millones de habitantes. Lo único que se fomenta bajo este esquema es la proliferación de múltiples intersticios; puntos de disidencia donde el control central queda efectivamente abatido. Y ese es el escenario que tenemos hoy día. ¿Realmente qué proporción del territorio controla Fecal? Sólo el D.F y el Estado de México. ¿Dónde suelen atrapar a los peces gordos del narco? Justo cuando rondan esta área de influencia. ¿Dónde está la violencia rampante? En el norte y en el sur, particularmente en las fronteras; es decir, en todos lados menos el centro (y soy de la opinión que eso está a punto de cambiar).

Pero los políticos, gente muy brillante, no entienden de estas cosas. Sólo andan como mosquitas revoloteando en torno a la podredumbre del Defectuoso. Hasta los perros provincianos más bravos y hocicones como el Moreira se convierten en dóciles cachorritos con tal de tener un papel protagónico en las grandes ligas capitalinas. Después de todo “perro con hueso en la boca, ni ladra, ni muerde.” En el campo de visión de la política nacional sólo existen las entidades que tengan la clausula “ de México”, ¡cráneos privilegiados, les digo! Sí AMLO hubiese visto un poco más allá del Valle, es posible que fuese nuestro presidente (y todos estaríamos mejor.... jaja ¡se vale soñar, Amlito!).

Finalmente, la pobreza y falta de oportunidades en México tienen que ver precisamente con esta ceguera política. Por ejemplo; hay un abominable vacío en términos de desarrollo en el espacio rural del país. El narcotráfico es la respuesta a un campo abandonado por el gobierno central. Si el gobierno ni te pela y ves que la competencia en los mercados globales está ruda, por qué te vas a molestar con granos con rendimientos mediocres cuando hay cash crops mucho más rentables, con sólo el pequeño inconveniente de un asunto legal de por medio.

Mientras tanto, la población se sigue aglomerando entorno a tres ciudades que están al máximo de su capacidad. La misma Ciudad de México, en algún tiempo atractiva por sus subsidios (pagados a costa del resto de la nación), ahora empieza a colapsar bajo su propio peso ¿Realmente era necesario que se les acabara el agua para que se diesen cuenta del cagadero en el que se han metido?

Revisen un mapa de las carreteras de México. ¿Ahora entienden mi punto? Eso no es un corazón irrigando riqueza y bienestar al resto de los miembros del cuerpo nacional; es un tumor gigantesco que lleva más de doscientos años chupando las energías del resto del país.

Espero haber convencido al menos a algunos de mis lectores de mi argumento. ¿Ahora qué sigue ¿Debemos linchar a cualquier chilango que veamos? Por supuesto que no. Ellos no tienen la culpa. Las masas de gente se mueven de acuerdo a las fuerzas del mercado y cómo están las cosas o es el centro o es el Gabacho. Todo lo demás sufre por la falta de desarrollo. ¿Entonces es el Felipillo y sus secuaces? En parte. Su política “think locally, fuck globablly (or at least nation-wide)” no ayuda para nada. No obstante, el gobierno “federal” está lejos de ser el único culpable. A mi juicio los principales los culpables aquí son los ayuntamientos locales a nivel estatal y municipal. ¡He ahí a los verdaderos fariseos! Para ellos, sus entidades son plataformas para catapultarse a las grandes ligas defeñas. Esa es la agenda secreta de cualquier político con ambiciones y toda su toma de decisiones está en función de ella. Dicho de otra manera, toman decisiones locales pensando en el centro. Entonces los del centro están pensando en el centro y los de la periferia... ¡también! Y mientras tanto que se jodan las “provincias.”

He ahí pues nuestro gran problema en términos políticos. Se trata de un problema que va más allá de los actuales actores. Ellos son meras piezas (si bien mezquinas) que se mueven por inercia. En realidad estamos frente a un hecho sistémico que lleva perpetuándose por siglos. No obstante, soy de la opinión de que hay escapatoria. Las alternativas están a la vuelta de la esquina, pero de eso hablaré en la siguiente entrega. Por ahora creo que ya me he extendido demasiado.

¡Ahrg Bucaneros!